Una de las cosas que ningún hijo quiere pasar es ser un niño de padres divorciados, no es una experiencia sencilla, mucho menos cuando entre ellos hay tantas diferencias en casi todos los aspectos.
Un chico contó su experiencia. Su padre era un hombre con un salario anual sorprendente, mientras que su madre tenía ingresos muy modestos, nada comparado con los de su padre.
Al momento de separarse, la madre se quedó con la custodia del pequeño y el niño pasó a vivir un estilo de vida muy diferente al que tenía cuando su padre estaba en la casa.
Su luchadora madre, con muchas estrecheces, trataba de complacer las mínimas necesidades de su hijo, mientras su padre trataba de brindarle otras cosas.
El dice que su padre siempre fue un sujeto muy competitivo y que cuando llegaba el momento de ir a pasar temporadas con él, le decía que pidiera lo que fuera, que me lo daría.
El pequeño podía pedir lo que fuera, sin importar cuánto costara, la obtendría. Su padre lo colmaba de regalos, consolas, múltiples videojuegos.
Era tan increíble como gastaba dinero sin importar nada, el padre llegó a tal punto, que al cumplir los 17 años el chico le pidió una moto de agua de 17.000 euros, y él se la regaló sin problemas.
Pero cuando fue creciendo se dio cuenta de los numerosos sacrificios que hacía su madre para que él estuviera bien y feliz.
Rápidamente le inculcó el valor de las cosas, la importancia del trabajo y el joven entendió dónde estaba el verdadero significado de la vida.
Al llegar a la universidad, su madre enfermó y él trató de no descuidarla en lo más mínimo, y no la dejaba para nada.
Actualmente, el sabe que las motos de agua, los video juegos y el dinero, no hacen la felicidad. Nada de esto podría compararse con el amor de su madre, y eso es lo enseñanza mas importante que le dejo la vida que llevaba.
Fuente consultada: wnews.life